La mayoría de nosotros sabe que en términos legales se encuentra bien definido en qué consiste un “conflicto de intereses”, análoga situación resulta en el ámbito académico, cuyo fin formativo y político supone incidir en lo social, en base a la transparencia de los objetivos y la responsabilidad intelectual. Sin embargo, Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU-UNNE) mediante, se ha propiciado un espacio institucional-académico donde se presenta -claramente- una disparidad, esto es: un escenario de fuerzas que promueve inclinar la balanza en favor del sector que pretende beneficios pecuniarios, al tiempo que abandona la temática a discutirse en la más espantosa ambigüedad -solo asimilable a la ambigüedad del mentado desarrollo sostenible o sustentable- encubierta detrás del burdo falsete mal llevado de “dar participación a todas las partes”. Ejemplo sobrado de ello ha resultado el cierre a manos de Rubén Sinat, enarbolando una advertencia dirigida a los futuros arquitectos respecto a la “verdadera economía” que implica el deber de “pasar” por los distintos organismos estatales de contralor.