sábado, 5 de septiembre de 2020

El río desde la clásica mirada antropocéntrica

Existen aquellos para quienes la naturaleza necesita de la “puesta en valor” o “mejoramiento”. Tal vez se crean herederos de alguna divinidad, simplemente hayan caído ¿inocentemente? o quizás sean oportunistas y/o vividores del optimismo tecno-capitalista propio del “desarrollo” y del “crecimiento” infinito. Antes de continuar debemos entonces salvar esta cuestión: lo natural, en oposición a lo antrópico, no requiere mejoramiento o puesta en valor. Los que lo requieren son los seres humanos (y de ciertas culturas -tampoco de todas-) que responden conscientemente o adhieren acríticamente a lógicas crematísticas. Resultando de ello es que, por ejemplo, y como bien identifica y define A. E. Brailovsky: no existan “catástrofes naturales”, puesto que ellas lo son solo para las comunidades humanas.

Continuando con dichos entes, ellos parecieran creer que los montes, los ríos y la natura en general no hubieran proliferado de no ser gracias al ser humano. Los monos carayá no comían hasta antes de contar con el “patio de comidas” del Shopping ubicado a orillas del río Negro. Los carpinchos y coipo o “nutria roedora” no tenían donde nadar hasta la construcción de lagunas artificiales y piletas de natación…

De una reciente entrevista realizada por el periodista David Gauna al Ingeniero Posanzini para el programa radial “Las 40”, al igual que de las noticias leídas en los matutinos impresos, solo se puede decir que el “representante de Costa Norte” ha hecho gala del clásico “hablemos sin saber”, empleando terminología que evidencia desconocer, al mencionar sin ton ni son: ambiente, ecosistema, ecología, entre otros. Al respecto, es muy importante recordar a la población que los títulos académicos, como sostiene el sociólogo Pierre Bourdieu: solo sirven para perpetuar la segregación social y no garantizan el cabal conocimiento.

De lo dicho por el mencionado técnico, debemos disentir en varias cuestiones y preguntar otras tantas: 

En primera medida, cuando manifiesta: “No hacer una intervención sobre el ecosistema en sí” ¿Cómo lo harán entonces? 

Segundo, la naturaleza no necesita ser “la protagonista” de ninguna puesta en escena; recordemos y retomemos la cosmovisión del “mero estar” en lugar de la del “ser” impuesta por el modelo cultural consumista. 

Tercero, cuando habla de respetar la “ecología del área”, nos preguntamos si acaso se encuentra concentrada allí la ciencia que estudia esas relaciones y piensa realizar una obra que respete ese estudio, entonces nos preguntamos ¿Cuál sería? ¿Qué se ha considerado para ello? O será un caso más, como el de aquellos que sostienen que existe un museo antropológico y no: de antropología.

Al respecto de “contar con sectores de costanera”, debemos advertir que ya se cuenta con costanera intervenida, y que así se han acentuado los impactos ambientales físicos (topográficos) negativos, entre otros. Además, si se quiere que “la naturaleza sea la protagonista” … basta con caminar por un sendero en medio de las plantas y arribar a las orillas para sentarse a contemplar la hermosa ausencia de las obras humanas y disfrutar de verdaderos “momentos especiales con la naturaleza”. 

Si, cuando habla de “ciudad río” hace referencia al proyecto homónimo, entonces ya sabemos que no será para nada compatible con la protección del ambiente. También debemos inquirir: ¿a qué se refiere cuando expresa “aprovechar a ciencia cierta el río…”? y cuando dice: “Va a ser un desarrollo y un emprendimiento que va a ser uno de los más importantes del norte… comparativo con ciudad rivera de Rosario”: ¿se refiere a que como en Rosario van a pavimentar y consolidar los suelos impermeabilizando amplios sectores hasta ahora de tierra; que se harán estructuras de hierro en lugar de árboles; que se permitirán construir edificios en altura que proyecten sombra y calor sobre los alrededores contribuyendo -en suma- al fenómeno islas de calor?

Respecto al mencionado proyecto solo podemos preguntar: ¿dónde lo podemos encontrar? Y nos referimos al proyecto entero, no a presentaciones digitales con escaso texto y vacías de contenido relevante para un estudio profundo. Al momento del envío de esta nota no lo hemos hallado en la página oficial en internet del municipio de Resistencia, ni en ningún otro sitio de la “web”. ¿O será acaso que piensan seguir con el mismo modus operandi y nos lo darán con suerte poco antes de la sordiencia pública, o en el peor de los casos con los hechos ya consumados? 

Al respecto de lo manifestado por el mencionado ingeniero: “…viene a ordenar y a dejar establecidas pautas concretas de cómo se va a hacer el tratamiento de todo ese sector de tal forma que se respete por decir así la naturaleza, el ambiente y la ecología del área y dejando consolidada ya esa normativa para que a futuro ya no tengamos intervenciones que puedan dañar al ambiente”, debemos recordarle que así como las señales de tránsito no son respetadas, de todas maneras estas son leyes y son aquellos quienes desde el estado tengan la función asignada, los responsables de hacerlas cumplir.

Debe considerarse que el planeta tiene límites: por ello el crecimiento no puede ser infinito. Las ciudades no son la excepción (pues ellas están dentro del planeta) y tampoco pueden crecer indefinidamente. Para no ejercer una presión sobre otros territorios, ellas no deben superar la escala de autosuficiencia (en cuanto a la provisión a sus habitantes de elementos que permitan solventar sus necesidades básicas, incluidos las excretas del modelo de consumo), sin depender de la importación ni de la transferencia/exportación de externalidades ni pasivos ambientales. En este sentido, solo una planificación rururbanística que contemple -aunque resulte obvio explicitarlo-: los espacios naturales y ¡no antropizados! (entiéndase: no intervenidos por la mano del humano requirente de infraestructura ni tan si quiera en una mínima expresión), será imprescindible e ineludible para mantener un vínculo no degradante ni distante con la porción natural originaria.

Tributando a este análisis y siguiendo a Luc Gnacadia (exministro de Medio Ambiente de Benín y exsecretario ejecutivo de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación): cuanto más crecen las ciudades más presión se ejerce sobre los montes y bosques. Por ello, quienes bogan por el crecimiento en altura de las ciudades no son menos que cómplices de la deforestación y del fenómeno de calentamiento global.


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