martes, 15 de septiembre de 2020

Así como “es fácil hacer negocios con el dinero ajeno”, es más sencillo aún ser desarrollador urbano con los espacios del dominio público

No resulta sorprendente que sea el espacio presidido por Ruben Sinat el mentado como férreo detractor de Laura Alcalá. Y debemos decir que de seguro se opondría a cualquier persona seria que exponga hechos irrefutables en contra de su constante afrenta al sistema hídrico del Chaco húmedo. 
La población no debe olvidar que es ese mismo ente quien pretende construir torres sobre parte de la superficie de la ya reducida laguna Franco-Argentina. Espacio que permanece tapiado y que cualquier ciudadano ha tenido múltiples oportunidades de ver tapado por varios centímetros de agua, aún en ocasión de lluvias regulares. ¿O también ese anegamiento es “fake news”?, ¿o ahora dirán que fueron “enardecidos grupos activistas” quienes con baldes arrojaron miles de litros y lo contuvieron en dicha área con ayuda de superpoderes para generar campos magnéticos estratégicamente localizados? 
 
Pareciera ser que cuando hablan de “fantasía” resulta aplicable el conocido: “dime de qué me acusas y te diré de qué eres capaz”. Los mismos cuerpos de leyes que refieren al ambiente definen que toda obra humana genera impactos ambientales. Luego, lo que se define es el carácter de dichos impactos y si resultan: evitables, remediables o mitigables, pero nunca se los puede “erradicar”. Lo que estratégicamente sí erradicaron de sus decires, es que todo Estudio de Impacto Ambiental que se precie de tal, debe contemplar y comparar el proyecto con la opción de “no hacer”, y considerar a esta última como una verdadera alternativa. 
Podemos preguntarnos: ¿a dónde iría esa agua de concretarse la obra civil? Y aseverar -con seguridad- que se dirigirá a las calles y a las entradas de las casas de los vecinos. Ahora, pensemos: ¿a dónde irá a parar toda el agua que hasta ahora encontraba albergue -debe decirse, cada día más escaso- en el valle de inundación del río Negro, lagunas y afines? Pues sí, han acertado: a las calles y barrios con cotas más bajas. 
Enceguecidos en su ambición económica, parecen desconocer que el denominado “sistema de defensas” sirve para detener las inundaciones, pero que como contrapartida favorece los anegamientos. Para estos últimos se previeron: a) un sistema de bombeo (que como bien definiera Jorge Castillo: “nos convierte en bomba-dependientes”, con todo lo que ello implica); y b) áreas naturalmente anegables capaces de almacenar un volumen de agua determinado por un estadísticamente definido promedio ¡con reconocidos escasos años de datos relevados! 
Debe tenerse en cuenta que cuantas más regulaciones del río se establezcan, se necesitarán más obras hidráulicas (terraplenes, diques, desagües, estaciones de bombeo, estaciones de control…), mayores gastos de mantenimiento (reparación, limpieza de los ríos por interrupción del fenómeno de remanso hidrodinámico, etc. agravados por la escaza pendiente al tratarse de ríos de llanura), y se producirán mayores impactos negativos sobre el medio, acumulables y de crecimiento continuo.  
Si a esto se le suma la ocupación e impermeabilización de la superficie natural, deberemos -con mucha suerte y voluntad- contar con nuevas obras de infraestructura y, por ende: más cemento, más hormigón, más acero, más plástico, incremento del gasto energético… En definitiva: más impactos ambientales negativos, muchos ni tan siquiera remediables. Y claro, cómo no podría ser de otra manera: más dinero para las arcas de algunas empresas constructoras, los especuladores de siempre: los eufemísticamente autoproclamados “desarrolladores urbanos”.  
De todo esto, algo es cierto: si nos remitimos a los orígenes del término “desarrollo”, podemos darles la razón, ya que desenrollan un enorme rollo de pavimentos y otros materiales sobre los hasta ahora espacios donde aún crecen los bellos y autóctonos yuyos en lugar de las exóticas especies de césped y otros cobertores de suelo que muchos pseudo paisajistas estiman con predilección bajo los “gustos” impuestos por foráneas publicaciones de decoración y paisajismo.  
Al respecto nos interesa remarcar que el término-concepto “desarrollo sustentable o sostenible” y sus fragmentaciones “adosables” (sustentabilidad, sostenible, etc.), constituye el gran triunfo de los vampiros multinacionales(ver: “Fantomás”, obra del genial Julio Cortázar). La potencia de dicho signo lingüístico reposa en su deliberada ambigüedad, dando paso así a su empleo por los más diversos, contrapuestos y contradictorios sectores sociales. Vale recordar que el mismo fue impuesto por el maquiavélico Henrry Kissinger, a partir del veto del documento de Cocoyoc, con el objetivo de remplazar el consignado ecodesarrollo, en tanto éste último suponía justamente un límite al desarrollo (el límite definido por lo ecológico, como explicaba uno de sus impulsores Jeffrey Sachs). En resumen, “desarrollo sustentable o sostenible” es el triunfo del modelo capitalista, pintando -cual filisteos- de verde lo necrosado al tiempo que incorporando a su juego -con hábil engaño- a las buenas voluntades. 
Tampoco nos dejemos engañar con el latiguillo del déficit habitacional, pues enarbolando la necesidad de muchos suelen impulsar negocios para pocos. En general son obras que no constituyen una ayuda o auxilio social dirigido a los más necesitados. Si lo consideran “fake news”, los invitamos a relevar cuántos de los habitantes del barrio “La Ribera” -ilegal e ilegítimamente cerrado al tránsito ciudadano- son personas carentes de recursos para construir sus hogares en otros sitios, cuando incluso algunos de ellos ya contaban con residencia propia antes de mudarse. Si la intención fuera la de subsanar el déficit habitacional, se puede optar por el método de barrios autogestionados, entre otras metodologías de tecnología socialmente apropiadaal tiempo que funciona como herramienta de inclusión social dada la instancia-oportunidad de capacitación en asistencia a una necesidad. Pero claro, dichas políticas no reportan grandes volúmenes de dinero para los mentados “desarrolladores urbanos”. 
Debe además agregarse con total seguridad que los pobres intentos de argumentación seudotécnica -que figuran en la nota periodística- esgrimidos por Ruben Sinat y sus representados, carecen justamente del rigor técnico que -de preciarse intelectualmente serios y responsables- debiera caracterizarlos. ¿Error de transcripción y/o interpretación de los redactores? o será otra muestra del aparentemente por ellos tan apreciados: “hablemos sin saber”, matizando convenientemente los discursos con palabrerío pesca incauto. Es que parecen olvidar de igual modo, que en la Universidad Nacional del Nordeste también hay quienes han cursado la Maestría en Gestión Ambiental, la Licenciatura en Gestión Ambiental y la Tecnicatura en Gestión Ambiental.  
Una vez más advertimos que existen quienes -con sus títulos- solo desean hacer negocios.

Nota publicada en Diario Norte, 12 de septiembre de 2020



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